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~ Mester de Consideraciones~ MISSA DE REQUIEM; en re menor KV.626

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)

por Sebastián Villanueva


A finales del siglo XVIII (centuria que los filósofos más eruditos llamaron: La Ilustración) en una de las capitales más importantes de la Europa sublime, la ciudad de Viena, célebre por su rica actividad artística altamente aristocrática que fascinó a los músicos más brillantes del viejo mundo; fue el sitio donde ese prodigio de las musas, WOLFGANG AMADEUS MOZART, vio posible la realización de sus Obras más ambiciosas en cuanto grandiosidad (misas; óperas; sinfonías), por la depuración fisionómica de los constructores de instrumentos antiguos y nuevos, así como el surgimiento de cantantes e instrumentistas altamente cualificados (que estimularon la composición de los Concertos 'mozartianos' más virtuosos) y por el Mecenazgo, al cual aspiran todos los artistas creadores para obtener cierto grado de libertad en su afán de desarrollar sus capacidades intelectuales.


Ciertamente Mozart en sus últimos años de vida en Viena era ya él una figura pasada de moda y hasta algún grado ya excluido del medio; esto entra en contradicción con la opinión generalizada actual que atribuye al compositor austriaco todas las virtudes inmaculadas del Genio (que lo fue; por supuesto) como si se tratase de un "superhombre" invicto y triunfante en todos los escenarios además de adelantado a su tiempo. Es menester señalar que Mozart no fue un "gran innovador" (como lo asume la vox populi), muy al contrario y en su correcto lugar, Mozart representa para la Historia de la Música al artista que mejor patentó las más elevadas cualidades de toda una época: EL CLASICISMO.



Ricercare en colaboración con Ensamble Xibalbá


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Los últimos años de Mozart se caracterizaron por un vértigo de circunstancias -algunas afortunadas, otras malhadadas- que desembocaron en su prematura muerte a escasos meses de cumplir los 36 de edad. Notoriamente, tras el fallecimiento de su padre Leopold (en 1787) a Mozart le sobrevino un gravísimo deterioro mental mientras que en paralelo sus capacidades cognoscitivas estaban logrando la mayor robustez de su perfil como compositor. La áspera situación familiar con su padre (a quien Wolfgang toda su vida mantuvo una fuerte dependencia emocional e intelectual) a raíz de su matrimonio con Constanze Weber, fue un asunto que Leopold jamás le perdonó y hasta el final de sus días le recriminó, por haber sido una decisión que se saltó la autoridad paternal. En respuesta, Mozart escribió la GRAN MISSA EN DO MENOR KV.427 (la primera obra sacra que compuso por gusto, y no por encargo) para aplacar a su padre, pero nada consiguió a su favor (y resulta llamativo que aquella Missa y el Réquiem K.626, ambas las obras sacras más afamadas del catálogo de Mozart... las dos quedaron inconclusas; la primera por despecho, la segunda por su muerte).







A la ecuación habría que sumarle la inestable situación económica de Mozart, quien siempre estuvo agobiado por las deudas en su deseo de mantener para los suyos una vida confortable que con dificultades podía pagar; por ello se vio obligado a pedir préstamos (cada vez de forma más desvergonzada y recurrentes) a sus "amigos" de la fraternidad masónica en cual se había involucrado, entre ellos su principal valedor fue el rico comerciante Johann Michael Puchberg. Por otro lado, en un aspecto nada baladí, es que al aglomerar la Ópera gran parte del genio creativo del compositor su perfil como músico-instrumentista vino en declive, perdiendo atractivo sus conciertos públicos de suscripción en esa Viena tan ávida en consumir lo que se colocaba de "moda" para después desecharlo.


El último año de la vida de Mozart pese a su funesta muerte, tuvo sus momentos de gloria. En aquel año 1791 compuso LA FLAUTA MÁGICA y LA CLEMENCIA DE TITO, ambas óperas estrenadas con éxito clamoroso; también compuso su célebre CONCIERTO PARA CLARINETE KV.622 para su amigo y cofrade masón Anton Stadler; considerado aquel CONCERTO como el más depurado de todos los escritos por Mozart dado su grado de consistencia, cohesión y equilibrio entre la Forma y la Materia (Molde y Contenidos) sobre dicho género musical.





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Considerada como la composición postrimera que dio cierre al extenso catálogo musical de Mozart, la MISSA DE REQUIEM KV.626 simboliza el testamento musical de su Autor; de todos son conocidos los supersticiosos detalles que existen sobre el proceso de escrituración de la misma (drama representado en el film 'AMADEUS' de Miloš Forman, que salvo lo tocante a Antonio Salieri como asistente de Mozart para completar el Réquiem, a pesar de figurar como el malvado némesis -vale decirlo, todo este numerito una grosera falsedad vertida por excesos de fantasía. Con todo, la película es sumamente recomendable). Lo cierto es que Mozart sí pensó seriamente que la composición del REQUIEM era para su venidera muerte, superstición casi providencial para una persona de Fe católica como Mozart (por supuesto ni muy fervoroso ni muy ortodoxo; pero a fin de cuentas creyente del culto; "sui generis").


De todos los movimientos que constituyen esta lúgubre Misa de Difuntos (estructurada en 14 números, por 8 secciones litúrgicas) Mozart sólo completó enteramente el INTROITUS ('Requiem aeternam') y el KYRIE, ambas partes manifestando la esencia y estilo unívocos de su Autor; atención especial representa la FUGA del Kyrie (tengamos en cuenta que 'La Fuga', procedente del periodo Barroco, es considerada por varios expertos como la más perfecta de todas las formas musicales habidas y por haber; un auténtico maestro de la composición musical patenta toda su erudición al componer una Fuga florida y compleja con efecto que sea de fácil escucha).

También fijó la plantilla instrumental base que emplea dos Cornos di Bassetto; aspecto llamativo dado que ese instrumento por regla general sólo lo usaba Mozart en sus obras destinadas para su Logia (el Corno di Bassetto es un instrumento que por la forma pretérita de su construcción y por la postura que el músico adopta al ejecutarlo; en conjunto dan la apariencia de la Escuadra y el Compás, símbolos muy del gusto masónico... según dicen). En las transcripciones modernas son reemplazados aquellos anticuados instrumentos por dos Clarinetes, directamente emparentado con el antedicho por su timbre espectral y ágil mecanismo.





Tras la muerte de Mozart (5-XII-1791) éste designó a su alumno Franz Xaver Süssmayr (1766-1803) para que concluyese el Réquiem... su labor en tiempos recientes ha sido fuertemente criticada por los musicólogos más autorizados de la obra del músico austriaco; sea como fuere Süssmayr cumplió con el mandato de su maestro y así se dio a conocer de forma íntegra en la ocasión de su estreno definitivo, efectuado el 2 de enero de 1793 en Viena, en un concierto a beneficio de la viuda Constanze Weber. Desde aquel entonces, y hasta nuestra época actual, se entronizó como la 'versión estándar' aquel curioso "pastiche" (imitación efectista y adrede del estilo de un artista por manos de otros; charada que orbita entre el recto homenaje y el sucio plagio -plasticidad muy vigente en el siglo XXI... por cierto).


A pesar de la conclusión de Süssmayr éste se sirvió de bocetos e ideas musicales directamente trazados por Mozart, añadiéndole a las secciones conclusas (excepto Introito y Kyrie) una orquestación más robusta, y dándole cierre a las partes inconclusas por su maestro (desde el Offertorium hasta el Agnus Dei). No obstante, hay guiños que los instruidos en la Armonía (y aquellos poseedores de un Oído prodigioso) identifican ciertas resoluciones cadenciales por terceras de picardía, progresión que resalta los guiños humorísticos o directamente travesuras de burla socarrona (en todo el Réquiem, donde mejor se explicita lo antedicho, es la progresión final del LACRYMOSA). La obra concluye con la LUX AETERNA, que declamando texto distinto, Süssmayr lo parchó con el material musical procedente del introito y del kyrie (juzgue el buen criterio todas estas "adulteraciones" a una obra -presuntamente, tan pulcra y tan devota).





Pareciese que el deterioro padecido por Mozart en sus últimos años de vida, que tras su muerte fue enterrado en una fosa común de paradero desconocido; miserable final para cualquier humanista y para eterna vergüenza de los austriacos que tan ruin conclusión dieron a un hijo prodigo de la Música, fue el mejor reflejo de cómo "la ilustración" (sostenida por tanto filósofo charlatán) al acarrear tantas lumbreras generó inversamente aquella proterva oscuridad que se oculta por los excesos de luminarias, desembocando el siglo XVIII en una época que apagadas las luces de la razón, se encendieron las armas de la guerra (el cataclismo que sobrevino con el rugido Napoleón, célebre destructor de Europa, aunque retratado con oropeles por sus fieles pitufos).


Hay artistas creadores que prefieren voluntariamente morir previo a la corrupción de sus monumentos, destruidos por una mal entendida iluminación. Lo dicho.


zv

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